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Tienen los brazos paralizados de miedo; hasta los más recios corazones se derriten y están llenos de miedo. El terror los atenaza con terribles dolores como los de la mujer a punto de dar a luz. Se miran unos a otros, indefensos, mientras las llamas de la ciudad incendiada se reflejan en sus pálidos rostros.

Pues vean, viene el día del Señor, el terrible día cuando dará rienda libre a su cólera y gran ira. Entonces será destruido el país y con él todos los pecadores.

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